jueves, 5 de septiembre de 2013

De higos a brevas






La Colada de Campoalbillo sale de Valdetorres del Jarama en forma de recta ancha que parece pensada más para circular en automóvil que para pasear, ya sea rodando o a pie. Por eso nunca me había llamado la atención y siempre tiraba en dirección opuesta, rodando hacia el río. Pero desde no hace demasiado tiempo me ha dado por intentar fotografiar aves y que mejor lugar que en una Zepa. Es muy interesante la ruta que proponen en Por las estepas de los ríos Jarama y Henares. Se trata de un recorrido circular que empieza en esta misma colada para después bajar a Talamanca y volver a Valdetorres. El regreso se puede hacer por el Soto de Valdetorres ya fuera de la Zepa pero con un ambiente ribereño muy interesante, en un tramo del trayecto.






Rodando relajadamente llegué hasta el cauce seco del Arroyo de la Galga, un modesto arroyuelo que desemboca en el Arroyo Valtorón, éste a su vez, baja hasta el pueblo y lo atraviesa por su subsuelo (está canalizado) para salir a morir en el Jarama. La interesante vida de los pequeños cursos de agua que nadie cuenta. Allí he echado pie a tierra atraído por la vegetación y la sombra que proporciona.  Un oasis en el mar seco de campos segados. En un tramo de no más de cien metros pude descubrir muchas cosas, aparte de, un lugar fresco donde hidratarme y descansar.
La vegetación de la ribera es muy tupida lo que hace que tenga que caminar, la bici ha quedado descansando, a lo largo del enclave hasta que encuentro el lugar adecuado para adentrarme. El loco piar de distintos pajaros me dice que ese es el sitio que buscaba. Sólo hay que bajar un pequeño talud. Empieza  el breve descenso, ramas secas que se parten, piedras y tierra que caen arrastrándose por el suelo formando todo ello un pequeño barullo que hace que el silencio se haga dueño del lugar. Adiós pajaritos. Pero como no solo de pluma vive el hombre, ves que delante tienes una higuera trufada de sus dulces frutos en el punto justo para ser recogidos. Se despierta el Homo recolector que llevo dentro y me siento completamente integrado con la naturaleza cuando pruebo con el dulce manjar y voy eligiendo los que tienen mejor cara para llevármelos.





Tras observar lo enormemente altos que son los chopos que tengo a mi izquierda toca comerse unas moras silvestres e ir a recoger la bici que ya habrá abrevado y estará descansada.




Ya de vuelta por la Colada, con el sol  implacable, observo en el cielo el volar de una pareja de aves, después descubriré que son avutardas (gracias @mar_mayoral) de envergadura considerable y cojo la cámara que se balancea sobre la parte alta de mi pecho y trato de que no se me escapen.


Otis Tarda (Avutarda)


Ya en casa tras la ducha, pienso en la metáfora que usan muchos aficionados a la fotografía de la caza. Un buen disparo, una buena toma, la búsqueda, el rastreo... La verdad es que es muy apropiado con la ventaja y la diferencia a favor de la fotografía de que aquí no cae nadie abatido. No se destruye, se crea, cada uno en la medida de sus posibilidades. Me quedo con el símil que me ha surgido a mi, más impreciso y si se quiere cogido por lo pelos, comparo al fotógrafo con el recolector. Y hablando de crear, ¿qué hay más creativo que el arte?  Aquí va una muestra, la belleza está en el lepidóptero,  yo me he limitado a utilizar el 300 lo mejor que he podido,  para buscar en el cielo se queda corto, pero para los insectos puede ser perfecto.





Y así con el dulzor en la boca, el alma reposada y las piernas cansadas finaliza esta primera ruta que espero no sea la última que cuento por aquí.

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