domingo, 3 de marzo de 2013

Introducción

Reconozco que... Ultimamente he oído varias veces esta introducción que prepara el terreno que a la persona que usa la expresión le parece que puede resultar llamativa o le haga quedar mal, le ridiculice... Por ejemplo: Reconozco que soy de derechas. !Leches! Pues si lo eres no hace falta andarse con tonterías, el reconozco sobra. Una introducción no tiene porque ser timorata,  esencialmente su función es contextualizar lo que venga después, el porvenir. Un exordio, un preámbulo. Vamos que introducir siempre es placentero, para que nos vamos a andar con recelos y tontas cautelas propias de este mundo mojigato.

Sin más preámbulos, solo porque es domingo y apetece, ya estamos con las introducciones, un temita muy agradable.





Lo bonito de escribir así - esto podría ser una conclusión - apresurada pero conclusión, a fin de cuentas - es que te pones frente a la pantalla con la intención de hablar sobre algo en concreto e ilustrarlo con alguna canción o imagen más o menos adecuada y terminas dejandote llevar, no sabe muy bien por quien. Hace mucho tiempo lo llamaba escritura automática. Seguro que hay cientos de expertos que han escrito "rios de tinta" (con calamares incluídos) sobre esto, así que yo que soy muy modesto, me limito a reseñarlo y contar mi experiencia. Si a estos textos, o montón de letras arrejuntadas les dejas respirar y al día siguiente le echas un ojo y escribes algo más, al siguiente igual y así sucesivamente, pueden emerger cosas curiosas. En este caso, visto el resultado, es obvio que ha sido cosa de un rato dominguero.


 Por cierto, al final no explique a cuento de que viene la canción.

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